5.8.09

Tipografía nativa, entrevista con Marina Garone Gravier


Diseñadora de la comunicación gráfica por la Universidad Autónoma Metropolitana de la Ciudad de México, con especialidad en diseño editorial y tipografía. Cursó la maestría en Diseño Industrial, en el área de teoría e historia del diseño, en la Universidad Nacional Autónoma de México, donde se graduó con la tesis Tipografía y diseño industrial. Estudio teórico e histórico para la representación tipográfica de una lengua indígena, que obtuvo mención honorífica. En el 2000 estudió tipografía y diseño en la Schüle für Gestaltung, de Basilea, Suiza y desde 2004 realiza su tesis doctoral sobre Historia de la tipografía colonial para lenguas indígenas, en el programa de Historia del Arte, de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Su trabajo en diseño y tipografía para lenguas nativas de Latinoamérica es pionero en el tema y ha contribuido de manera fundamental en el desarrollo e investigación para tipografías de lenguas ágrafas.
Marina presentará el lunes 26 de octubre una conferencia sobre sus investigaciones y, muy gentilmente, accedió a darnos una entrevista para introducirnos en la materia.

En tus artículos y exposiciones sobre lenguas ágrafas, haces una importante distinción entre proyectos tipográficos para el uso en obras lingüísticas, y los proyectos destinados al uso de los hablantes de la lengua. Desde tu experiencia ¿podrías explicarnos las principales consideraciones para cada uno de estos ámbitos?

El sistema de signos del alfabeto fonético internacional (conocido como IPA por sus siglas en inglés) tiene como objetivo permitir la descripción de los sonidos de los diversos idiomas del mundo. Como es posible imaginar, la variedad cromática de ese espectro sonoro, la polifonía que necesita ser representada, es enorme y en esa medida ha dado lugar a un conjunto muy variopinto de caracteres algunos realmente muy hermosos. Pero eso es lo que requieren lingüistas, lexicógrafos o estudiosos de lenguas muertas; los indígenas normalmente no están familiarizado con esa selva de grafías y realmente no las necesitan.
Lo que usan los indígenas para escribir sus idiomas se denominan alfabetos prácticos. Son conjuntos acotados de caracteres más o menos amplios, dependiendo de la naturaleza fonológica de su propia lengua. La idea de que el conjunto sea acotado es permitir el aprendizaje escolar, uso fluido y al mismo tiempo evitar —cuanto sea posible— que no haya una distancia formal excesiva respecto del alfabeto que usa la lengua con la que tienen contacto, que es usualmente el castellano para que tampoco haya interferencia sígnica. Un ejemplo concreto es que el alfabeto práctico del náhuatl o del maya no sean muy divergentes en el diseño de signos al del castellano, justamente para permitir a los escribientes de esas lenguas usar ambos códigos a la vez sin dificultades.
El tipo de fenómenos de representación que encontraremos en las lenguas indígenas son básicamente dos: polígrafos (conjunto de 2 o más caracteres), en el que podemos encontrar sumatoria de signos de letras iguales o distintas; y diacríticos diversos (acentos superiores, inferiores o medios).
Si consideramos los niveles de uso antes descritos (lingüistas/indígenas) veremos que los criterios de simplificación formal son relevantes a la hora de diseñar para grupos autóctonos, aunque no necesariamente sería un valor para los lingüistas. En cambio, para éstos, sí es relevante disponer de todos los signos para evitar sustituciones a la hora de hacer los trabajos de descripción lingüística.
Hace unos años publiqué una propuesta de metodología de trabajo que puede ser útil para los diseñadores que deseen internarse en este fantástico mundo, las líneas generales de la misma pueden leerse aquí. Los textos más exhaustivos sobre el tema están publicados en el artículo Claves para una traducción sin traición: diseño tipográfico para lenguas ágrafas, Tipográfica 60, Buenos Aires, abril-mayo de 2004.
Para conocer el repertorio de signos del nivel lingüístico recomiendo visitar la página de la Asociación fonética internacional (API) y del Instituto Lingüístico de Verano (SIL, por sus siglas en inglés)
Para conocer el repertorio de signos de los alfabetos prácticos de la mayoría de las lenguas indígenas de México visitar esta liga.


Para el diseño tipográfico de una lengua ágrafa ¿es necesario integrar las convenciones de representación fonética internacional con características formales representativas de la cultura indígena? ¿por qué?

Como expliqué anteriormente los dos niveles de notación sígnica son para dos usos diferentes. Valiéndome de una metáfora gastronómica, aunque sirven para cocinar no ponemos sal en los pasteles como no ponemos azúcar en la pizza (salvo en la salsa). Por lo tanto los signos del IPA son para un ámbito y los consensuados por las comunidades para otro.
En esa medida, en la cabeza de los diseñadores, la representación de la lengua parece correrse de eje y pasar del diseño de alfabetos en sí (con todo los elementos que hay que considerar para ello) a la representación de los atributos culturales en los signos que sirven para notar lenguas indígenas. En los más de 12 años que tengo trabajando en este tema y evaluando la “respuesta natural” que los diseñadores dan a estos problemas de diseño, he podido observar una suerte de obsesión formalista injustificada ¿Es el dígrafo forzado, la greca o el patín exagerado lo que hace a un signo ser más náhuatl o guaraní, un signo que curiosamente también está en los sistemas de notación de otras lenguas? ¿qué piensan los indígenas de ello? ¿les resulta más fácil leerlo y escribirlo o es nuestra necesidad/arrogancia/creatividad de diseñador lo que nos empuja a diseñar “nuevas formas inventadas”?


Durante quinientos años, en América Latina, los sistemas autóctonos de comunicación fueron sometidos a la interpretación de las lenguas de los conquistadores. Luego de cinco siglos de etnocentrismo ¿cuáles son los desafíos contemporáneos del diseño tipográfico para las lenguas indígenas?

Si uno lee a los cronistas europeos de la conquista verá que el proceso de conquista y control de los europeos no se pudo hacer sin la traducción, interpretación y “auxilio lingüístico” de los indígenas. En esa medida, los estudiosos (historiadores, filólogos, etnohistoriadores) se han cuestionado fuertemente sobre ese grado de dominio total que usualmente se atribuye a la lengua y pensamiento de los “invasores”. Sin negar que se silenciaron y ocultaron muchas cosas de las culturas nativas, creo que es mucho más fructífero ver que la lengua y la letra indígenas —inclusive en clave alfabética— siempre estuvieron presentes en todo este tiempo y que de hecho, valiéndose de esas tecnologías de la palabra, sobrevivieron y hoy dan fruto1.
El reto que, como diseñadores contemporáneos, nos brindan las comunidades indígenas es aprender a trabajar con otros que son muy distintos a nuestros interlocutores usuales. Es no pensar que estamos “ayudando a los indígenas”, en el sentido asistencialista, sino aprender de ellos y escuchar sus necesidades, aprender cómo ven ellos su escritura y su lengua para estudiar su cultura y, solo después, empezar a trabajar.

Me pregunto: ¿necesitamos rompernos la cabeza ajustando el kerning de una tipografía, si en la mayor parte de las comunidades no pasan de tener una máquina de escribir? ¿necesitamos ver la ganancia de punto si en las escuelas bilingües es que se utilizarán fotocopias de mala calidad de los textos indígenas? En síntesis, las cosas que nos preocupan como diseñadores, ¿son realmente las que preocupan a los indígenas? ¿las cosas que necesitan resolverse para que sus lenguas sean escribibles, transmisibles, recordables, útiles? Debemos ecualizarnos con ellos y con su realidad sino seguiremos creando el útil inútil que sabiamente criticaba Otl Aicher.

Nota:
1: Para un panorama más amplio de esto se puede leer: Marina Garone, Nuevos retratos para las viejas palabras: libros novohispanos en lenguas indígenas, El libro y sus historias, Istor, Revista del Centro de Investigaciones y Desarrollo Económico (CIDE), México, año VIII, número 31, invierno de 2007, pp. 102-117,
www.istor.cide.edu/archivos/num_31/notas1.pdf)

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